XVII Conversación Clínica del ICF-E. "Presencia del analista en la cura"

Una pregunta a...

Mª Antonia de Miguel García

Psicoanalista / Psicóloga Clínica. Miembro de la ELP y de la AMP.

Pregunta de Ruth Pinkasz

En el primer capítulo del curso de J.a.Miller, "Los usos del lapso", va situando poco a poco en "el triángulo de la transferencia", los diferentes ejes que intervienen en la sesión analítica; esto es: El saber inconsciente, el analizante y el analista. En relación al eje saber inconsciente y analista, situará la presencia del analista como una presencia en carne y hueso que "encarna algo del goce", la parte no simbolizada  del  goce. ¿Qué quiere decir con ello?, ¿De qué manera encarna algo de la parte susceptible de no ser simbolizada del saber inconsciente? ¿Qué se juega en esa presencia de carne y hueso?

Tres ejes intervienen en la sesión analítica: analista, analizante y saber inconsciente. Entre analista y analizante está la transferencia. La transferencia se sostiene en una suposición de saber a la que la regla fundamental da apertura: "Diga todo cuanto se le pase por la mente…más adelante sabrá y comprenderá usted la razón de ese precepto" (S. Freud, 1913, "Sobre la iniciación del tratamiento").

Es así como "en la perspectiva de la transferencia el inconsciente no es un ser, es un saber supuesto, es decir en espera". Si, en espera y con esta espera llamada a ser frustrada, decepcionada,  y de resultados inesperados, comienza el proceso analítico. Del lado del analizante: la espera de la revelación de su inconsciente. En el inicio es indispensable la creencia en el inconsciente, en sus formaciones, como un lugar de saber sobre el sinsentido de sus síntomas.

Del lado del analista: la interpretación, en tanto el analista es "aquel que sabe y de quien se puede esperar un saber interpretativo".

Y un tercero: "El sujeto supuesto saber, en la medida en que no es ninguno de los otros dos, sino el saber inconsciente".

El saber inconsciente se sostiene como el motor de la cura desde el inicio hasta el final, aunque no siempre de la misma manera. Habrá que desarrollar entonces esta premisa en la que la espera -decepcionada – de alcanzar el sentido del síntoma, tiene que ser sostenida por el analista que "paga con su persona, en cuanto que diga lo que diga, la presta como soporte a los fenómenos (afectos) singulares que el análisis ha descubierto en la transferencia" (J. lacan, 1958, "La dirección de la cura").

¿Cuáles son esos fenómenos, afectos si queremos darle todo el peso de su dimensión, que la transferencia desencadena? Cualesquiera que sean y no son cualquiera por supuesto, exigen la presencia del analista "en carne y hueso".

Con Freud:  Casi cualquier texto al que vayamos, "Trabajos sobre técnica analítica", "Conferencias de introducción al psicoanálisis", "Trabajos sobre metapsicología"…,-por especificar algunos-  en todos encontraremos la indispensable figura del "analista encarnado", indispensable "que el analista ponga el cuerpo para representar ¿qué?, la parte no simbolizable" "en la medida en que hay una parte  no simbolizada del goce" una parte que no capturan "las ideas de la pulsión", así llama Freud a la parte simbolizada a la que solo resiste la represión primaria, no alcanzada por el desciframiento.

Veamos, entonces algunos de estos textos:

Si el analista forma parte del inconsciente (no solo como intérprete, también como objeto pulsional) su deber es volver "hacia el inconsciente emisor del paciente su propio inconsciente como órgano receptor, acomodarse al analizado" (S. Freud, 1912, "Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico"). Su presencia ha de mantener el coraje del analizante de volverse a su inconsciente y "si en virtud de esta nueva relación se agudizan los conflictos y resaltan unos síntomas antes imperceptibles, se puede consolar al paciente puntualizándole que son unos empeoramientos necesarios y que no es posible liquidar a un enemigo ausente…" (S. Freud, 1914, "Recordar, repetir y reelaborar"). Y de nuevo Freud: "Es innegable que domeñar los fenómenos de la transferencia supone para el analista las mayores dificultades, pero no debe olvidar que justamente ellos nos brindan el servicio de volver actuales y manifiestas las mociones de amor escondidas y olvidadas; pues en definitiva nadie puede ser ajusticiado in absentia o in effigie". (1912, "Sobre la dinámica de la transferencia").

Con Freud y con Lacan, presencia encarnada del analista que paga con su persona los fenómenos singulares de la transferencia.

Vuelvo ahora al primer capítulo  de "Los usos del lapso": el inconsciente, ese saber supuesto, en espera… "es un asunto de ética, esto es, que el inconsciente está, básicamente siempre por venir y este inconsciente por venir constituye lo más sorprendente y quizás lo más oculto del aporte que hizo la práctica de Lacan al psicoanálisis".

Cuando Lacan habla de ética lo hace siempre en relación a lo real. El inconsciente, siempre por venir en cada análisis es entonces el inconsciente real, el inconsciente lalengua. Si el Lacan de la dirección de la cura, momento en que el inconsciente es concebido como teniendo "la estructura radical del lenguaje" sostiene que el analista paga con su persona, ¿Cómo paga con su persona, su presencia en carne y hueso cuando el inconsciente ya no solo es lenguaje, cuando el desciframiento ha agotado el sentido (sinn) y solo permanece la bedeutung libidinal del analista?

Es el tiempo de silencio, Freud lo advierte: cuando las asociaciones del paciente se detienen es el analista, su presencia, quien ocupa el lugar de la palabra. "El silencio no anula el saber, anula el saber expuesto y produce la suposición de saber, la suposición de que él lo tiene y no quiere darlo. Esto es suficiente para hacer del saber un objeto escondido"…ubicado en la serie de objetos pulsionales. Lo hemos visto si "Para Freud la transferencia funda el hecho de que el analista atraiga la libido que se retira de los síntomas", el analista está en la cura en el lugar del objeto a, condensador de goce (Lacan).

¿Qué se juega en esa presencia de carne y hueso? La ética del psicoanálisis.

Asunto de ética: en la perspectiva de Lacan la ética está en relación a lo real, al goce del inconsciente. Freud no está muy lejos de esta perspectiva, cada vez que en los escritos técnicos se refiere a la posición ética del analista lo hace en relación a cómo sostener lo pulsional de las manifestaciones del inconsciente. Esto es lo que se juega el analista con su presencia encarnada.

Desde el seminario XX "Encore", el inconsciente aparece como un saber indescifrable: "el inconsciente es el misterio del cuerpo hablante, es lo real". En "La conferencia de Ginebra sobre el síntoma" Lacan rescata de la clínica freudiana este aporte "que no hay necesidad de saber que se sabe para gozar de un saber" a la vez que clínicamente nos hace dar el paso del inconsciente lenguaje al inconsciente lalengua : "Cómo sostener una hipótesis como la del inconsciente si no se ve que es la manera que tuvo el sujeto de estar impregnado por el lenguaje" (Lacan, 1975, "Conferencia en Ginebra"). Y allí está el analista intérprete. Pero al inconsciente hipótesis que Freud sitúa en relación a una ganancia de sentido, vendrá a imponerse "si el analista con su presencia encarna la parte no simbolizada del goce" el inconsciente lalengua, el moterialismo de la palabra, el inconsciente indescifrable experimentado en lo irreductible del síntoma como cuerpo afectado de goce.

Aquí termina un análisis, ya no hay mas a decir, silencio. Aquí también recuperan la libertad el analizante (que se hace cargo del inconsciente que lo determina, imposible de inscribir en el Otro) y el analista libre de la operación interpretación, ahora si presencia solo, de carne y hueso.

Asunto de ética: ya no hay más espera después del encuentro con lo inesperado del goce del uno solo.

Nota: todo el texto entrecomillado que no tiene una referencia expresa pertenece al primer capítulo de "Los usos del lapso".

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